miércoles, 12 de diciembre de 2012

El éxito de los '90

En cuanto a la consagración, recién iniciada la década, en el Centro Cultural San Martín se lleva a cabo en 1990, con el auspicio de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, el Primer Salón Nacional de la Historieta y el Humor, sin demasiada trascendencia popular, pero que deja un saldo positivo. Un año después, del 1º al 10 de julio, se realiza, esta vez en el Centro Cultural Recoleta, el Segundo Salón Nacional de la Historieta y el Humor, y a pesar de que el centro cultural no permite vender ejemplares, no publicita demasiado la exposición ni se la toma muy en serio, este salón es el punto de partida de la Muestra Permanente de Historieta y Humor que se viene realizando hasta hoy en forma habitual en la Recoleta.
Además, los años 90 se caracterizan por la consagración definitiva del historietista argentino a nivel mundial. Tanto guionistas como dibujantes, tanto los de siempre como los nuevos valores, triunfan en Europa y son convocados para colaborar con los “monstruos” del cómic norteamericano, más reacios que los europeos para aceptar creadores extranjeros.

Como ejemplos de este boom internacional, podemos mencionar que, tomando el año 1994, se llega a la conclusión de que en Italia, uno de los países de mayor producción de cómics en Europa, la mayoría de las revistas publicadas tiene un 25% de material europeo y un 75% de material argentino, ya sea encargado directamente a sus autores o comprado a la editorial Columba. Por otra parte, algunos teóricos de fuera de Argentina emiten sus juicios sobre las mejores historietas de las décadas de los setenta y ochenta y, entre las escogidas, casi un cincuenta por ciento son argentinas de producción nacional.
También, por un lado, la comicmanía que ya comenzaba a insinuarse en los últimos años de los ochenta hace que empiecen a abundar en la zona céntrica, primero, y en los barrios más importantes, después, los cómic shops, liderados por El Club del Cómic, pionero en el rubro, en los que el público, sobre todo el más joven, se vuelca en masa. Después de casi cuarenta años (salvo intentos esporádicos que habían fracasado estrepitosamente), vuelven a realizarse ediciones argentinas de las revistas de DC y Marvel Comics, caracterizadas, como las antiguas, por una excelente edición, traducción y comentarios, que vuelven a abrir un importante mercado sudamericano.
Y por otro, las editoriales comienzan a publicar a gran escala, en forma de libro, recopilaciones de los éxitos argentinos en Europa y de los clásicos de otras épocas. 

Pareciera que la historieta se encontrara en un buen momento, pero en realidad está en su momento más peligroso. Este peligro viene, sobre todo, de los famosos círculos intelectuales o de la cultura oficial, que ya no pueden ignorar el fenómeno historieta, que ya no pueden desconocer los premios que reciben los argentinos en el exterior y que ya no pueden dejar de percibir la calidad literaria y gráfica de las obras que producen los argentinos, dentro y fuera del país.
Esta especie de obligación de reconocimiento hace que los antiguos detractores encaren la historieta desde dos puntos diferentes, pero desagradables por igual: el de “perdonavidas”, que le dejan un lugar “de lástima” al lado de las artes tradicionales o de la “Literatura Mayor”, con una actitud de condescendencia o de superioridad más ofensiva que el rechazo mismo; o el de snobs fascinados con un medio que parecen haber descubierto ellos (y que, por supuesto, no existía antes de que ellos lo descubrieran), al que intentan intelectualizar por todos los caminos posibles, por lo que surgen críticas literarias o análisis semióticos complicadísimos y plagados de palabras técnicas o simplemente difíciles.


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